No soy un gran melómano, la verdad. El cargador de CD's de mi coche lleva los mismos diez discos desde la última vez que lo lavé, es decir, hace años. La mayoría, por cierto, de Belle and Sebastian. Y al iPod lo castigué hace tiempo por no incorporar radio. Si paso más de una hora sin escuchar a un fulano largando noticias o sin conectarme a algún periódico en Internet me entra una angustiosa sensación de incomunicación. Será lo poco que queda de mi vocación periodística.
A lo que iba. En la música, no salgo de lo que los modernos llaman 'mainstream', pero dentro de eso tengo la costumbre de fijarme en canciones que, por algún extraño motivo, pasan inadvertidas para los demás. Y eso, por desgracia, incluye a los artistas que las han compuesto. Nueve de cada diez veces que voy a un concierto me ocurre lo mismo: vuelvo a casa frustrado y me enchufo la canción o canciones en cuestión a toda hostia hasta acabar saturado.
Me había prometido que no volvería a un concierto a no ser que resucitara Lennon o su reunieran los Smiths, pero ayer me invitó una amiga a ver a Sabina en el Palacio, donde, por cierto, me atrevería a jurar que, sumando sus votantes, PSOE e IU no sacarían mayoría absoluta en las gradas, pero ésa es otra cuestión. Tenía motivos de sobra para sospechar que ni el sexagenario cantautor ni ninguno de sus colaboradores interpretarían 'Con la frente marchita', canción que incluye una frase que se me quedó grabada desde el día que la escuché en el radiocasette del coche de mi padre: 'no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió'. Aún así mantuve la esperanza hasta que empecé a sentir los primeros síntimas de congelación en la calle Goya. Para colmo, esta vez no me pude consolar poníéndola al llegar a casa a todo volumen porque N estaba ya acostada. Cosas de la convivencia.
Así que, mientras recitaba mentalmente a Sabina en la cama, reflexioné: yo vivo añorando muchas cosas de mi adolescencia. La mayoría, afortunadamente, sí ocurrieron.
Esto nunca podrá ser un blog musical ni pretende serlo, pero coincido bastante con la crítica publicada por Fernando Neira en El País, aunque desprende cierto tufillo a ajuste de cuentas. "Sabina salva los platos porque atesora canciones majestuosas", dice Neira en el último párrafo, después de acusar al de Úbeda de haberse vuelto "burgués y conservador". Pero, entonces, ¿no habría sido más honesto haber empezado por ahí? Cuando manda la Pirámide Invertida, el orden de los factores sí altera el producto.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
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1 comentario:
Sabina, ese cantante que un día 'descubrí' en compañía de un buen colega, mientras engulliamos montañas camino de Sanxenxo.
El trovador indicado para los viajes porque casi en cada frase que mastica hay una emoción, a veces una historia.
Buen primer post. Espero que continúe usted en esa línea contenida y lúcida. Con tiempo también para el desencanto.
Y, por qué no decirlo, celebro que esas cosas afortunadamente sí sucedieran. Ya lo sabe, pero es un tipo bendecido con la suerte, la buena que diría el viejo cascarrabias. Aprovéchela. Este blog es otra buena manera de hacerlo. Bienvenido a la tribu bloguera.
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