Allá por el mes de septiembre mi jefe vino a decirme que a su jefe le llamaba la atención lo mal que estaban esta temporada los campos de fútbol en España, y que había que hacer un reportaje al respecto. ¿Es que no ha oído hablar del cambio climático?, pensé. Me callé, faltaría más, y me puse en contacto con el Colegio de Ingenieros Agrónomos. Un hombre muy amable me contestó que, efectivamente, el calentamiento global estaba afectando al césped de algunos estadios, pero que él sospechaba que los jardineros de los clubes estaban siendo las primeras víctimas de los efectos de la crisis económica en el fútbol. Y el césped, por tanto, un daño colateral. Unas llamadas más tarde descubrí que, efectivamente, algunos clubes habían decidido posponer la replantación de sus campos para cuando la coyuntura económica fuera menos desfavorable. "No se dan cuenta de que por un césped en mal estado se les pueden lesionar los jugadores a los que pagan un dineral", repetía indignado el íngeniero. Una gilipollez como un templo o una gran historia, según se mire. En todo caso, dos páginas de periódico.
Desde entonces, cada vez que veía un partido buscaba obsesivamente cosas que me llamaran la atención. Lo convertí en una cuestión personal. Si dentro de mi habitaba eso que llaman instinto periodístico, y del que el jefe de mi jefe acababa de dar una prueba tan palpable, tenía que ser capaz de sacar algo que pudiera dar pie a una noticia. Quizá arrastre algún trauma de mis años de estudiante, pero vivo haciendo exámenes que me pongo a mi mismo. Casi siempre me apruebo, pero esta vez penqué. Hace tiempo que del fútbol lo único que me llama la atención es la cantidad de gente que lo consume. Y eso, por suerte o por desgracia, no es noticia.
Hace unos días el jefe de mi jefe volvió a hablarme. En boca de mi jefe, por supuesto. "Hay que hacer un reportaje sobre el tema del desfase que llevan las televisiones digitales con respecto a las emisoras de radio. "¿Pero es que este señor es el único que no sabe que el sonido viaja más rápido que la imagen?", pensé mientras decía "vale, mañana me pongo". Hoy, una ingeniera muy simpática me ha dicho que tiene serias sospechas de que las televisiones retrasan su señal a propósito para que que la gente escuche su retransmisión y apague la radio. No le tengo precisamente aprecio a las estrellas de la radio deportiva, a las que creo que pagan por hacer en un estudio lo mismo que hace gran parte de España en los bares sin cobrar un céntimo, pero me parece francamente mezquino. No sé si conseguiré que alguien me lo confirme, pero ya veo el titular: "TDT killed the radio star". Si lo del césped fueron dos páginas, por esto pido un aumento de sueldo.
¿Que por qué cuento esto? Pues porque estos dos episodios demuestran: a) que eso que llaman instinto periodístico existe, y b) que yo no lo tengo. Y eso, supongo, en este mundo, es casi como ser un león sin colmillos. Una cobra sin veneno. O un guepardo paralítico. En definitiva, una presa fácil. Me esforzaría por pensar como creo que lo haría el jefe de mi jefe, pero me temo que resultaría inútil. Mejor cogeré las Páginas Amarillas. Por la i de ingenieros.
viernes, 22 de enero de 2010
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1 comentario:
jajajaja, muy bueno Gordie. No te atormentes, tienes instinto de sobra para muchas cosas.
Si te diesen una importante cantidad de tiempo para rascarte la barriga, estoy convencido de que tú tb encontrarías simas en periodísticas en las que explorar...Entretanto, picar opiniones y algo de (furtiva, no vaya a ser que te descubran) literatura es un buen recurso para mantenerse en forma.
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